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‘México no merecía a Anacleto’; Se cumplen 93 años de su martirio

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MÉXICO.- La vida y obra de Anacleto González Flores es tan apasionante como la forma en la que terminaron sus días, el 1º de abril de 1927, en el paredón de fusilamiento, sin juicio alguno, luego de haber sido objeto de tortura muy refinada y visto morir a tres jóvenes sólo por ser católicos en una época de persecución religiosa.

Nadie como Anacleto condensa ese núcleo del catolicismo mexicano que acabó a porrazos el anticlericalismo gobiernista del tirano Plutarco Elías Calles, quién primero a punta de decretos jamás discutidos en el Congreso; luego, a través de conjuras de grupúsculos, pequeños en número pero muy influyentes en ascendencia política; después, a punta de pistola y con amagos y, finalmente, a través de la Constitución promulgada en 1917 (el «almodrote» de Querétaro, lo llamaron los militantes del catolicismo social), que no sólo desconoció jurídicamente a la Iglesia, sino que reprimió la libertad religiosa hasta ponerla al borde del aniquilamiento.

Que tal cosa sucediera en un país donde casi el cien por ciento de sus habitantes estaba bautizado y era hijo de la Iglesia fue uno de los factores que más impactó al joven Anacleto estudiante de leyes que en Guadalajara, entre 1913 y 19, luego de una decepcionante participación en el villismo, de su desencanto de la guerra y de la violencia armada (donde sirvió como tribuno, nunca con las armas en la mano), se lanzó a la resistencia pasiva en su forma más pura: el boicot al comercio, las manifestaciones públicas multitudinarias pero pacíficas y propositivas, la integridad de vida al grado de nunca aspirar a nada más allá de lo indispensable.

La persecución religiosa en México en su fase más cruda, recordada como «La Cristiada», ofrece los datos que bien le merecen el título al beato Anacleto: «su adhesión inquebrantable a la Iglesia desde su condición de fiel laico, casado y con hijos; comprometido con la evangelización a través de la catequesis infantil, de la prensa, de la palabra y de la cátedra».

Fue por ello que el año pasado, la Congregación del Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, emitió un decreto que lleva el número de protocolo 454/17 y está firmado en Roma por su Prefecto, el cardenal Roberto Sarah, el 11 de junio del 2019, accediendo a la solicitud que a nombre de los obispos de México le hizo el 20 de junio del 2017 quien presidía la Conferencia del Episcopado Mexicano en ese entonces, el cardenal José Francisco Robles Ortega (arzobispo de Guadalajara), en el marco de la CIII Asamblea Plenaria de ese organismo, para que, tomando en consideración la vida, obra y martirio del beato Anacleto González Flores (1888-1927), le declarara celestial patrono de los fieles cristianos laicos en México.

Frase del día: «Concédeme, Señor, que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea: ¡Viva Cristo Rey!.”: Anacleto González Flores

XCIII ANIVERSARIO DEL MARTIRIO DEL BEATO ANACLETO GONZÁLEZ FLORES

Mártir de Cristo Rey.

Lo saben en los llanos y en la cumbre del risco, las piedras que semejan de la roca un desangre, lo dicen enlutados los Altos de Jalisco: enseñó con la vida, la palabra y la sangre.

O se canta en corridos con sabor a elegía cuando ensaya la tarde un unánime adiós, era cierto el bautismo de la alegre osadía, era cierto que mueres, pero no muere Dios.

Ni el pantano del norte, ni el mensaje gorro frigio, ni los hijos caídos del caído heresiarca, callarán el salterio de tu fiel sacrificio, ofrecido en custodia de la Fe y de la Barca.

Tampoco los prudentes de plegarias medrosas, atasajan tus puños de valiente cristero, enarbolan banderas que vendrán victoriosas más allá del ocaso, desde el alba al lucero.

Nuevamente Anacleto hay que criar coraza, acuñar entusiasmo con la arenga y el grito, dar sostén a las almas con el bien hecho hogaza, anunciar el martirio, singular plebiscito.

Por eso, quien visita tu sepulcro doliente, en la tierra olorosa de campiña mojada; te pide que lo alistes en la guardia pendiente, para librar heróicos otra justa Cristiada.

Antonio Caponnetto

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